dijous, 8 d’octubre del 2009

Motivaciones Viajeras

No hay más motivo para querer viajar que la sencilla concepción de poder ver mundo, crecer al ritmo que descubres los rincones del planeta en el que vives.
No se trata de llegar tras tu viaje y contarle a todo aquel que te pide la hora que estuviste allí o aquí, lo mucho que ligaste (o más bien pagaste), lo que sufriste y lo Robinson que te has vuelto. No se trata de comprar objetos y máscaras que colgar de las paredes de tu loft minimalista estilo Bauhaus, ni siquiera se trata de subir dos mil fotos en facebook sin restricción de acceso para convertirte de repente en el más popular y clickado.

Se trata del viaje interior que desarrollas, de la riqueza de espíritu que alcanzas. Viajar también trata sobre conocerse a uno mismo ante nuevas situaciones, testar tus capacidades de supervivencia, ver como nos comportamos ante la naturaleza más salvaje o ante la marea urbana de miles de motocicletas que te rodea en el sudeste asiático. La gente habla de peligrosidad de países no desarollados, o incluso no europeos. Hablan de los robos y del desamparo que puedes sentir por parte de las autoridades en un lugar tan lejano. Sinceramente, el único lugar donde me han robado ha sido en Amsterdam... así que Europa no es tan segura.
Los timos, robos, tomaduras de pelo, engaños y mentiras están igual de extendidos allí que como lo están aquí. Disfrázate de guiri; ponte calcetines blancos y chanclas y sal a pasear por Barcelona. Pasea por las ramblas, paga 15€ por una mierda de museo de cera, siéntate en una taverna vasca en la que no trabaja ningún vasco, y pidete ocho pinchos por 20€, pregúntale a un nigeriano por hachís y prepárate a fumar neumático. Olvida tu bolsa en la Plaza Real y siéntate a observar como todo el cotolengo se da de hostias para ayudarte a encontrarlo. No hagamos demagogia; digamos que tanto el despistado, como el ingenuo, como el tonto lo es en casa y fuera de ella.

Trato de ser objetivo cuando afirmo que el alma humana está necesitada de sentimientos, reacciones y experiencias relacionadas con lugares fuera de su habitat natural y social. Todo el mundo recuerda aquella vez especial que con unos amigos subió al Aneto o aquella semana inolvidable en el Caribe con una chica... claro tonto me diréis, lo recuerdas porque son viajes... pero no se trata de eso, porque has olvidado con facilidad la vez que viajaste a Frankfurt dos noches por trabajo, o aquella vez que fuiste a Toledo a ver un cliente... eso también fue un viaje y lo has olvidado... Recuerdas cosas asociadas a un cambio de entorno, a un cambio de abanico, donde tus decisiones se convierten en lanzamientos al aire a cara o cruz. Mierda de sociedad occidental! Han conseguido someter casi todos los instintos más profundamente animales del hombre. Estoy seguro que luchan también por enterrar el sexual, y lo lograrán cuando consigan la fecundación de óvulos artificiales, entonces empezarán con lo malo que es copular, bla, bla...

No se trata de viajar porque sí, sino de pensar un lugar, interesarte, informarte levemente; un breve vistazo de pie en una librería a una guía servirá, descubrir que puede llegar a interesarte y embarcarte en ello, ser valiente y recorrer 15.000 km o sólo 1.000 km. en busca del choque cultural, en busca de la forzosa adaptación a su alimentación, la obligada asunción de sus costumbres. Sobretodo se trata de dejar en casa los miedos... y más que los miedos, las manías.

Si consigues dejar toda tu mierda en casa, no llevar ningún prejuicio en la mochila, te puedo asegurar que, cuando vuelves, entras en tu habitación y allí donde esperabas encontrar toda tu mierda, ya no queda nada. Todas esas tonterías han desaparecido. Te prometo que andaras mucho más liviano, más seguro... más seguro de ti mismo

fabre

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