Se acerca el verano y se agolpan en mi cabeza miles de planes por hacer. Lo cierto es que llevo dos veranos sin tener vacaciones; el pasado trabajé y el anterior también… trabajar cuando todo el mundo descansa y descansar cuando todo el mundo trabaja es interesante, incluso hace que te sientas algo diferente… pero al final del año laboral, llega el mes de agosto y en el fondo tienes ganas de vacaciones. Y así será este año.
Agosto: vuelvo a tomarte la palabra, vuelvo a tomarte el pulso, la cadencia, tus rayos de sol impolutos y claros, tus noches claras y frescas, las tardes en los chiringos de playa, la arena en los pies descalzos, la sal en el cuerpo…
En la agencia solo tenemos dos semanas en Agosto, la otra para navidad y la otra a trocitos… así que tampoco podré tomar la mochila y hacer 8 horas de vuelo. Podría pero no quiero. Sería irrespetuoso con mis principios. Así que inevitablemente será algo más ligero, veraniego, económico. Partiendo de sol y playa, uno de mis destinos habituales sería Menorca o Ibiza pero son tan comunes para mí que no serían completamente vacaciones. Extrapolo el concepto isla mediterránea y me aparece; Sicilia, Córcega y Cerdeña, Malta y las griegas. Probablemente Croacia tenga islas magníficas en la costa dálmata, pero la dejaremos fuera porque creo que podría merecer un tiempo más amplio y exclusivo. Descarto las griegas por la misma razón y Malta porque sé de buena fuente que “tampoco hay para tanto”. Ya sólo me queda Sicilia, Córcega y Cerdeña. Evidentemente me inclino por Sicilia. Su aire rural, su encanto mafioso, su cercanía, la necesidad de un largo y profundo descanso, una gastronomía aromática y copiosa, bellas y voluttuosas madonnas…
Pase lo que pase, al menos ya tengo un lugar en el que imaginarme los duros días de junio y julio en la oficina, cuando no hay trabajo, cuando los sueños son la única forma de poder dejar la mesa, el flurorescente y el mac, muy atrás.
Haga lo que haga al final, os lo contaré. Eso si que es algo seguro.
Albert
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