El hombre del siglo XXI siente el desencanto por allí por donde pisa. La gente anda triste y cabizbaja buscando un trabajo, un piso que alquilar, busca conjugar su vida familiar con su trabajo y su vida personal, siendo todo casi imposible. La clase política que nos dirige apenas ha terminado el bachillerato y únicamente conocen la subida de impuestos como parche a cualquier hoyo. La clase económica se ha convertido en una manada de buitres y hienas hambrientas que sólo pueden pensar en maneras de engordar sus cuentas bancarias.
¿Y qué le queda al joven? Refugiarse en el desencanto, en la tristeza. Caer en las decisiones fáciles; sucumbir a la droga, dejarse llevar por el juego, por la violencia, acudir a la llamada del ejército, el fútbol…
En el siglo en el que estamos las caras tristes y apagadas son la bandera de la juventud y de parte de los mayores. Hay esperanza mientras haya vida. Hay ilusión mientras haya amor ¡Oh Amor! Eres el único capaz de sacarnos de esta trampa en la que se ha convertido nuestra existencia. Publicidad, marketing, neuromarketing, psicología del consumo… todo se reduce a como conseguir que exista la coerción (que hagamos lo que se nos pide).
¡Oh Amor! Muéstrame el camino para una existencia sin desencanto, para una vida en la que tras todos los reveses sufridos durante el día, caiga la noche y yo pueda abrazarme a alguien que me quiera por lo que soy, no por lo que puedo llegar a ser.
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